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Elecciones, Colombia y la para política: Mateo Echeverry

2 septiembre 2009

Somos “la democracia más estable de la región”. Según esta visión, sólo a excepción de la dictadura del Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, entre 1953 y 1957, Colombia ha sido un ejemplo de procesos democráticos en el continente plagado de golpes de Estado. Lo que tira al piso la idea de la “estabilidad” de la democracia en Colombia es, nada más y nada menos, que la realidad: un conflicto interno que ya cumple más de 50 años, políticos en la cárcel acusados de realizar pactos electorales con grupos paramilitares, un presidente que piensa reformar la Constitución Política para presentarse a las elecciones presidenciales para un tercer periodo.

Y es que en la actualidad, la idea de “democracia” parece desvanecerse

mucho más, ante la creciente influencia del Poder Ejecutivo sobre los demás. Con la reelección de Uribe, en 2006, se ha roto el equilibrio de poderes que la constitución colombiana presentaba. Con un Congreso a total merced de los caprichos presidenciales, y una Rama Judicial cuyos integrantes, poco a poco, van siendo reemplazados por miembros afines al Gobierno.

Pero quizá, el mayor escándalo que se ha presentado en Colombia -y del cual todavía se busca establecer la profundidad del fenómeno-, es la “para. Política”: políticos realizando pactos electorales con grupos paramilitares. Estos grupos armados (ilegales), por medio de la intimidación a la población de áreas de su control, ayudaban en la elección de congresistas, alcaldes y gobernadores. Son votos que se obtuvieron con amenazas y con sangre. Esto no era una novedad, porque desde hace tiempo el desmovilizado comandante de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), ahora preso en Estado Unidos por cargos de narcotráfico, Salvatore Mancuso, había comentado “creo quepodemos afirmar que tenemos más del 35 por ciento de amigos

en el Congreso”. En la actualidad hay 77 congresistas investigados y 9 condenados por nexos con grupos paramilitares.

La “parapolítica” salió a la luz pública como parte de una investigación realizada por Claudia López de la ‘Fundación Nuevo Arco Iris’. Esta investigación señaló la coincidencia que existía entre el dominio paramilitar en ciertas zonas del país y la emergencia, en estos mismos territorios de pequeños partidos políticos que juntaban a políticos tradicionales y ‘no experimentados’, logrando un apoyo arrasador. Este fenómeno de “votación atípica” logró que candidatos al senado, en el 2002, lograran obtener un 90% de los votos en sitios en donde en el pasado no habían logrado superar el 5%.

El escándalo de la “parapolítica” ha tenido fuerte impacto sobre el Gobierno de Uribe pues, aunque no ha sido señalado, colaboradores cercanos, como su primo, Mario Uribe, están siendo investigados por nexos con estos grupos ilegales.

Lo cierto es que la “parapolítica” puede ser una lección para el mundo, de cómo los procesos democráticos pueden ser cooptados por intereses perversos. La democracia no es tanto la forma como la esencia misma del proceso. Y lo más complejo es que la palabra “democracia” no significa para todos lo mismo. Para algunos es un proceso en el que todos podemos elegir y opinar

Sobre lo que toca nuestra realidad. Para otros, es simplemente un excelente disfraz.

El multiculturalismo como consumo, el otro como negocio: Mateo Echeverry

27 agosto 2009

BOGOTÁ, D.C. Col.- Diariamente somos bombardeados por miles de mensajes publicitarios que nos invitan a “encontrar nuestra identidad”, a “ser tu mismo”. Los zapatos que usas, la gaseosa que tomas, el reloj que tienes en tu muñeca, el carro que manejas: todos son básicos para poder encontrar tu “verdadera identidad”, eso que te haga distinto de ese rebaño que te rodea. La vida es un gran centro comercial, en el que, en alguna vitrina estará ese “pedazo” de identidad que necesitas. La identidad contemporánea está mediada por el capitalismo, y la lucha pasa por poder consumir eso que te hace ser “tú mismo”. Resulta interesante entender la capacidad que el capitalismo transnacional ha tenido de adaptar este discurso del Primero que todo debemos señalar un momento

Específico y es la llegada de los conservadores al poder en Estados Unidos, en los años ochenta. Los conservadores dieron un giro radical, limpiaron todo rastro de luchas políticas que entrañaba el concepto de cultura -con claros antecedentes en el movimiento por los derechos civiles y el activismo de los años setenta- al recortar el apoyo estatal a muchas de estas iniciativas. Además, se concentraron en plantear a la cultura y al arte como un sector económico más, capaz de resolver problemas como el  desempleo, contribuir a latitaría a un contexto global. En este punto, el discurso del multiculturalismo ha tenido un papel importante.

Reducción de gastos y estimular el crecimiento económico. Es en este momento donde se empieza a perfilar la cultura como un “recurso”.

Esto lo tenía claro James D. Wolfensohn, Presidente del Banco Mundial, entre 1995-2005, cuando señaló que “la cultura material y la cultura expresiva son recursos desestimados en los países en vía de desarrollo. Pueden generar ingresos mediante el turismo, las artesanías y otras actividades”. Esto nos ayuda a entender que el reconocimiento que muchos grupos han recibido a través del multiculturalismo ha sido, en alguna parte, resultado de entender la diferencia, no como un derecho, sino como un negocio. Los “otros”, que en un pasado debían ser negados o eliminados, se trasformaron en “recurso”. Además de esto, el capitalismo transnacional podía utilizar esta “fiebre identitaria” que se daba con el reconocimiento para crear productos específicos para el consumo de estos “otros”. Esta es la queja que David Rieff, crítico cultural norteamericano, hace cuando dice que lo que tenemos es un “multiculturalismo del mercado, no de la justicia”.

Slavoj Zizek, filósofo y crítico cultural esloveno, señala cómo es el racismo  i intemporáneo, propio del capitalismo tardío multiculturalita: se “tolera” la diferencia mientras sea parte de Otro “folclórico”, pero no mientras sea un Otro “real”, que se le considera violento y “fundamentalista”. Lo cultural es totalmente despolitizado. La diferencia cultural se vuelve algo totalmente estético, y se esconde que ladiferencia está también ligada a unos factores políticos y económicos.

La creación de estos “Otros folclóricos” es también un fuerte cuestionamiento que se le hace al multiculturalismo. Para hacerse beneficiarios de unos derechos preferenciales por pertenecer a un grupo minoritario un sujeto debe cumplir con unas características identitarias particulares de su grupo. Es acá donde empiezan unas identidades cerradas, que en muchos casos, no corresponden a la realidad de los grupos sociales. Un proceso complejo se da cuando por el fin de obtener unos derechos específicos un grupo empieza a apropiarse como propios unos criterios identitarios que arbitrariamente fueron creados por algún funcionario estatal. Se crean, entonces, unas identidades propias de museos, totalmente listas para ser explotadas por el capitalismo después de la estandarización.

Esta es la llamada de atención que le hacen los críticos del multiculturalismo: éste no funciona tanto como una forma de inclusión, sino como una forma de separación, creando esas identidades especializadas. Es reconocer la diferencia para después hacer negocio con ella. Reemplazar las pasiones ideológicas, totalmente subjetivas, por el frio y objetivo lenguaje del mercado es propio de nuestra actualidad. La identidad es un negocio y vaya buen negocio que es.

Los desencantados: Mateo Echeverry

19 agosto 2009

BOGOTÁ, D.C. Colombia.- Somos unos desencantados. Hablo de mi generación, como lo hace esa mítica canción de The Who. Los que de pequeños vimos la caída del muro de Berlín, y no entendimos bien qué era lo que caía. A los que nos vendieron la idea de Fukuyama del “Fin de la Historia”. A los que se les inculcó el time is money y se nos enseñó a desconfiar de las utopías. Los que crecimos con Los Simpsons y con Guardianes de la Bahía. Los que no tuvimos la opción, siquiera, de pensar otra realidad. La única opción que se nos dio fue unirnos o chocar contra una pared. Somos esa reunión heterogénea que por un corto plazo de tiempo seremos denominados jóvenes, expresión vaga y abstracta.

Se nos enseñó que la política está en el Estado y ya no está en las calles, como durante los setentas, que de la mano de movimientos, como el feminista, se declaraba que lo “personal es político”. Para nuestra generación, lo personal es una cuestión de identidad, pero una identidad orientada a incentivar el consumo. La gran parte de la preocupación por la identidad es una estrategia de segmentación de mercados, no seamos tan inocentes.

Cuando no damos las licencias de soñar otro tipo de sociedad se nos recuerdan los excesos de Stalin o Mao. El capitalismo salvaje nos ha colonizado cada palmo de nuestra cabeza y mentes. Entonces, si nos sentimos muy, pero muy rebeldes, podemos ir al mall a comprar una camiseta o una taza de café con la imagen del Che Guevara. Una rebeldía plástica y que reafirma el propio sistema contra el que se levanta.

Nos enseñaron a separar lo político de lo económico, pero eso sí, a equiparar el libre comercio con las libertades del individuo. Que los discursos no empañen el consumo. Las vitrinas de los almacenes gritan: “Borregos, sigan consumiendo”.

Por último, se nos enseña que los jóvenes hacen política, cuando la juventud es una creación de carácter histórico que se puede situar en unas clases dominantes. Las clases obreras no tienen juventud, sólo pasan de la infancia (instancia no productiva) a una instancia productiva. La juventud es un lujo que se mantiene a partir de la no-juventud de otros. Basta citar a Pier Paolo Pasolini cuando, en el mayo francés del 68, les recordaba a los estudiantes que los verdaderos hijos de pueblo eran los policías contra los que tiraban piedras, no ellos.

Pero bueno, no se puede vivir desencantado de por vida. Algo siempre viene a despertar la emoción. Esto creo que se

puede ver en el fenómeno Obama. Indudablemente la alegría del triunfo de Obama estaba mezclada con la inmensa felicidad

de la derrota de McCain, pero se puede decir que el relevo que dio en la Casa Blanca es una señal supremamente alentadora para un mundo que parece caerse a pedazos. Sólo espero, desde el fondo de mi corazón, que Obama salve al mundo, porque mis expectativas no las logro bajar de ahí.

Para cerrar, podemos decir que el punto clave a tratar es, cómo la política nos fue alejando de nuestra esfera personal. La política ocurre en mi vida, en mis relaciones y en mi cuerpo.

Volver a entender “lo personal como político” es un punto clave para entrar en la política. Este enfoque lo están aplicando grupos anti-consumistas como lo son Bonfire of the Brands (http://www.brand-aid.info/site/). Entender el consumo como una acción política es quizás una de las posturas más fuertes que pueden tener. Fuimos obligados a volvernos consumidores, pero a pesar de ello no todo está perdido.

Las pequeñas acciones son las que construyen un verdadero accionar político. Los discursos aguantan y disfrazan todo. En esto creo que radica la diferencia entre la Política y los políticos: la primera, nos encanta y los segundos, no hacen otra cosa que condenarnos al desencanto.

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Estudiante Comunicación Social y Antropología de la Universidad Javeriana de Colombia, sede Bogotá.

¿Es Chávez el opuesto de Uribe? Mateo Echeverry

13 agosto 2009

BOGOTÁ, D.C. Colombia.- Hay, por estos días, una limitante en el pensamiento colombiano: nada lo podemos pensar sin que nuestro presidente, Álvaro Uribe, esté presente. El pensamiento colombiano de la actualidad sólo se mueve entre las categorías de uribista y antiuribista, nada más. Todo lo que salga de ahí es un territorio extraño y fantasioso. La realidad concreta colombiana funciona sobre la base de estar en contra o a favor de Uribe, así de simple. Es por eso, que cuando se me pide hablar de Chávez debo recurrir a mi trauma uríbico para acercarme a él.

Primero debemos hacernos una pregunta ¿Es Chávez el opuesto de Uribe? A simple vista se puede decir que el mandatario venezolano representa a la izquierda, y el colombiano a la derecha. Pero en un análisis más cercano se parecen mucho más de lo que los seguidores de uno o del otro quisieran aceptar. ¿Se pueden imaginar la reacción de un chavista cuando le dicen que su “caudillo de la revolucionario bolivariana” es parecido a ése que Chávez, durante la crisis entre Colombia y sus vecinos por el ataque al campamento guerrillero de Raúl Reyes, tildo de “indigno” y de ser un “mero peón del imperio”? ¿O la indignación que un uribista puede sentir si se le compara al Presidente de la Seguridad Democrática (política bandera del gobierno actual en la lucha contra las guerrillas) , con el jefe autoritario vecino que, en palabras de Uribe durante la misma crisis entre países, pareciera tener la intención “de que Colombia fuera víctima de un gobierno terrorista de las Farc”?.

Un punto del que podemos empezar a tejer relaciones es por los estilos de gobernar. Ambos han implantado un discurso antidemocrático por la descalificación a todo tipo de oposición. Para Chávez todos los que no estén con él son parte de la “conspiración del imperio”. Para Uribe, los que se opongan caerán fácilmente en las categorías de “auspiciadores” o “promotores” del terrorismo. La idea delenemigo interno es fundamental para ambos en su estilo de Gobierno. Exacerban nacionalismos para ocultar todos los problemas con discursos que llenos de la palabra “Patria” que hacen olvidar que las inequidades siguen. Eso sólo consigue direccionar el odio de las masas hacia un punto. En esto el chavismo y el uribismo se hacen un gran favor, mutuo. Denunciar las ejecuciones extrajudiciales en Colombia es ser chavista y pedir libertad de prensa en Venezuela es ser uribista. El círculo se cierra y la implantación de este modelo de pensamiento deja un perdedor muy claro: la democracia.

Tanto en Venezuela, como en Colombia, los medios que han cumplido con el deber de vigilar al gobierno han sufrido persecuciones. No se puede olvidar el caso de Radio Caracas Televisión (RCT), cadena televisiva a la que Chávez no renovó la concesión para su funcionamiento. En Colombia recientemente se destapó el caso de las intercepciones telefónicas ilegales que al interior del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) se le realizaba a un grupo de ciudadanos, entre los que se encontraban reconocidos periodistas y jefes de medios.

Para concluir basta señalar que tanto Chávez como Uribe se reelegirán hasta una fecha lejana. Eso gracias al clima apocalíptico que han logrado imponer en sus respectivos contextos. O son ellos, o es el desastre.

Tanto los chavistas como los uribistas se ven mutuamente como el demonio. Hasta podríamos decir, recordando esa actuación inolvidable de Chávez en la Asamblea de la ONU, que se acusan mutuamente de “oler a azufre”. Pero un detenido desmentiría esta hipótesis. Chavez y Uribe no son opuestos. Podríamos hasta decir que se necesitan, profundamente, el uno al otro.